Dos minificciones eróticas de Ros Aguilera

1998

Son las cuatro de la tarde, todo comenzó como una idea, pero lo cierto es que justo ahora mi ropa se esfumó, mis dedos se deslizan con mucha suavidad por mis labios, sí, esos labios, en este punto no me importa nada, sé perfectamente que esto que hago no está bien, pero a pesar de los rezos y la auto flagelación, no puedo evitarlo, me consume, me posee, me hace sentir invencible, quiero comerme al mundo, para que luego el mundo me coma a mí.

Unos rayos suaves y cálidos entran por la ventana, pienso que alguien me observa y eso eleva mi calentura aún más; la casa tiene una atmósfera espectral, es la casa de mi abuela y se ha convertido en mi refugio, donde puedo ser yo misma, donde canto y bailo y toco mi cuerpo. Mamá está enfrente y, ahora con mis hermanitas y su pareja, al parecer soy un estorbo, pero eso ya no me importa, yo lo único que deseo es jugar, jugar a ser una niña con trece años mala, mala y sucia, mientras mis dedos siguen con ese vaivén suave pero constante. Pienso en mi vecino, ése que es un pervertido, gimo y me muevo, siento mucho calor y dejo de ser la dueña de mi cuerpo, la que manda, estoy a merced de sus designios, dile al vecino que venga, me dice.


El Rosario

Un día por casualidad estando con Pedro en un motel, vimos un catálogo de objetos para jugar. Por supuesto que llamó mi atención, se llamaba igual que yo, Rosario. Le dije: “Quiero éste”, y lo señalé, quería hacer corto circuito, lo compró sin chistar, lo probamos y pude sentir cada cuenta entrando primero, luego saliendo lentamente por mi hueco.

Otro día, sola en mi casa, decidí volver a jugar con el Rosario, qué extraño, ¿no? ¿A qué Dios se le reza con este artilugio? Pero esta vez quería ver mi cuerpo siendo poseído por un juguete que lleva mi nombre, como si esa palabra adquiriese un sentido en mi vida, por fin. Entonces puse un enorme espejo frente a mí donde alcanzara a ver mi cara, mi cuerpo y genitales, y ver cómo con cada cuenta que entraba y salía mi boca exhalaba un “Dios te salve María” convertido en un gemido. “Hay que terminar de rezar el Rosario completo, solo así Dios me escuchará”, me decía.

Tal vez mi tía se sienta orgullosa de mí, ahora sí, esa tía la más católica, apostólica y romana, que le impuso a mi madre este nombre para mí.



Ros Aguilera
Nací en septiembre de 1985, en Morelia, Michoacán, todos mis estudios los cursé en la misma ciudad, incluida la carrera profesional, licenciatura en Derecho en la Facultad de Derecho en la UMSNH de 2005-2010. He tenido diversas prácticas profesionales en mi área. Actualmente soy abogada litigante en la ciudad de Morelia. Madre de una jovencita.



Comentarios

Entradas populares