"Mirada", de Susana Campos
Caminaba en medio de la oscuridad.
Olisqueaba en busca de comida y agua.
Hacía apenas un día que todos se habían marchado a la ciudad en medio de la lluvia y el caos.
Yo decidí quedarme aquí.
La herida en el ojo derecho que me dejó la noche en que huyeron de la granja, me impidió seguir a la piara. Aunque, honestamente, creo que de otra forma tampoco los habría seguido.
Mis pezuñas se hundían en la mierda que cubría todo el suelo. Al fin llegué a la reja principal: estaba derrumbada. Por un lado y por el otro: alguna prenda raída, enlodada, con sangre y restos de carne. Aunque me quedé en el rincón más oscuro del corral, la estampida pudo herirme y desde ahí escuché los gritos, los gruñidos. Ahora mis ojos lo comprobaban: había sido una masacre.
Avancé un kilómetro sobre la carretera. La luna llena reinaba y solo así pude percibir un resplandor en el monte. Salí del camino y me metí entre la yerba. Mi nariz se sorprendió al descubrir nuevos olores: plantas, tierra limpia, lodo sin mierda, frescura.
Y entonces lo vi: un ojo de agua vibrante y fulgorosa. Corrí como mi limitada vista me permitió y metí el hocico. El sabor era diferente a todo lo que antes había tomado o comido. Bebí hasta saciarme. Esa agua cristalina creó en mi cuerpo una sensación nueva, y poco a poco me fui metiendo más y más. Cuando mis patas dejaron de sentir las rocas del fondo, regresé a la orilla. ¿Soñaba? Era posible la existencia sin otros cuerpos sucios pegados al mío, sin sonidos estridentes durante el día y la noche, sin pelear por el alimento todo el tiempo… Alimento. Lo había olvidado.
Tenía hambre. La comida nunca había sido un problema. Los dispensadores se llenaban a todas horas. Hermanos, padre, madre… todos se empujaban y mordían para obtenerlo. Yo siempre prefería aguardar. Comer las sobras y evitar reyertas. Quizá por eso siempre me quedé. Vi llevarse a mi madre, a mi padre, a cada uno de los hermanos, y cuando creía que al fin era mi turno…
Un sonido me trae al presente, al cenote, al agua fría.
¿Gruñido? De seres vivos solamente conocía y distinguía entre esos dos tipos de sonidos.
Mi nariz tiene voluntad propia. Olisquea y mis patas la obedecen, buscan. Aún en la oscuridad mi cuerpo se mueve. Sale del agua, busca entre la yerba, el lodo, las plantas, un gran árbol…
Y ahí, detrás de ese árbol enorme de tronco ancestral… lo veo: un cuerpo sin pelo, sentado con las piernas dobladas cubriéndose la cabeza que tiembla, solloza.
Miro con curiosidad. El tamaño de este humano es inferior a los que conocí en la granja. El pequeño humano levanta ligeramente la cabeza. Veo sus ojos húmedos. Me observa. Poco a poco su llanto se va apagando. Se limpia la cara. Hace un sonido con la nariz. Despacio extiende un brazo hacia mí. Yo me quedo inmóvil. Mi historia con los de su especie no ha sido muy buena y no sé cómo actuar. Así que prefiero no moverme y siento cómo toca mi cabeza con su mano. Se siente bien. En su cara noto un cambio: su boca hace una mueca y pareciera que su cuerpo se relaja. Ya no tiembla, ya no chilla. Ahora emite sonidos distintos. Suaves. Agradable a mis oídos. Nada parecido a los gritos cortados, secos, que todos recibíamos de los humanos en la granja.
El humano tiene en la cabeza unos pelos muy largos que le cubren las orejas. Su cuerpo está cubierto con una prenda blanca, larga. Lo sé porque ha abandonado su posición detrás del árbol y ahora se mueve sobre sus rodillas y manos. Se coloca frente a mí, muy cerca. Entonces aprecio todo su rostro. Su boca, su nariz, sus ojos. Sus ojos grandes que brillan en medio de esta oscuridad. Me acerco a ellos con curiosidad cuando siento en mi cuerpo un dolor que nunca había experimentado. No es mi piel, sino algo dentro de mí. Hambre. Así que así duele el hambre.
Entonces mis orejas captan un sonido lejano. Se repite. Parecen varias voces gritando el mismo sonido una y otra vez. “¿Aíiiaa?” “¿Maaiiiaaa?” “¿María?” Se van acercando. La pequeña humana también los escucha. Noto cómo su cuerpo de nuevo comienza a temblar. Y sus ojos blancos y grandes se mojan de nuevo. Y entonces, por primera vez, se levanta sobre sus dos patas. Lo miro sorprendido. Después de todo no es muy diferente a los otros. El dolor en mi estómago vuelve a atacarme, pero ahora como un dolor filoso que ataca mi vientre. El humano de pelo largo en un movimiento que no alcanzo a prever, se inclina ante mí y me agarra de las patas delanteras. ¿Qué hace? Intenta arrastrarme, pero yo me resisto. Las voces están más cerca. Traen luces que se cuelan entre los árboles del monte. El humano desesperado ya llora fuerte. Me grita y me jala desesperado. Yo no comprendo qué pasa y empiezo a gruñir porque el cuchillo que tengo dentro pareciera que quiere salirse y cortarme en dos. El humano entonces se agacha e intenta cargarme. Me envuelve con sus brazos y pega su cara contra la mía. Da un jalón y mi peso lo tira de espaldas. Mi cuerpo termina sobre el suyo. Los dos estamos llorando y las voces gritan ya muy cerca de nosotros.
El humano parece haberse rendido. Miro de nuevo su cara, que tiembla, que se mueve solloza, mojada, llena de lodo. Entonces, mirándola desde este ángulo, debajo de mí, vienen a mi memoria las imágenes de la noche anterior, y la anterior a esa, y mi vida completa en la granja. Gritos, cuerpos pegados al mío, oscuridad, lodo… El dolor me ataca de nuevo y yo no resisto más. Mi boca no me pide permiso y se mueve desesperada masticándolo todo. Brota entonces un líquido rojo cuyo sabor me recuerda a los barrotes de mi jaula, pero no me detengo mucho en ese pensamiento porque mi hambre es atroz. Mis dientes rompen carne, cartílago… el resto de mi cuerpo no da cuenta de sí. Es mi boca y mi nariz quienes mandan. Mis orejas apenas y alcanzan a distinguir el origen de los gritos, chillidos, golpes que ahora hacen vibrar mi cuerpo. Pero mis dientes no se detienen. No paran. Poco a poco dejo de sentir el dolor punzante en mi interior, y todo ahora es oscuridad.
Susana Campos
Yucateca nacida el Día de los Muertos en el D.F. de 1983. Apasionada de la lectura, la escritura y la danza folklórica. Necia noctámbula. Mamá adolescente de Nico, y mamá tardía de Luna.



Me cautivó desde las primeras líneas!
ResponderEliminar¡Muchas gracias por leer y comentar!
EliminarWooooow, brutal! Aunque no esperaba menos de la fantástica Susana, por eso soy tu fan. Sigue escribiendo, por favor!!!!
ResponderEliminar¡Muchas gracias por leer y comentar!
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