"El despertar de Juana", de Vanessa Aguilar

Juanita vivía en un matrimonio en decadencia; sus hijos la traían loca y su esposo había invertido todos sus ahorros en criptomonedas. Para terminarla, nunca había sabido complacerla en la cama. Su único escape era su grupo de danza los sábados; a veces salía con sus compañeras a tomar café y a chismosear, donde Juanita aprovechaba para soltar todo el veneno que tenía sobre su marido.

—¡Y para colmo, no sabe coger!

A lo que sus amigas respondían:

—Oye, manita, ¿y por qué no te das amor tu sola?

—Pues nunca he sabido cómo, además esas cosas son del diablo, mana.

Un buen día, en una reunión en casa de una de sus amigas, donde nuevamente Juanita estaba matando todo el ambiente hablando pestes de su marido, de sus ganas de por fin sentir ese placer y de que subieran las criptomonedas, ya borracha, una le dice:

—A ver, mana, ya. Acompáñame a mi cuarto—, con una mirada seductora y un gesto coqueto con el hombro.

—¡Ora! ¿Pues tú qué traes?

—Ya me cansé de verte sufrir, amiga. Acompáñame rápido, no seas miedosa.

Al llegar al cuarto, la amiga miró a Juana directamente a los ojos, y estos se tornaron blancos con un brillo tornasolado. Juana entró en trance y cayó a la cama. Sintió cosas que parecían inexistentes en ella, vio de todo: imágenes de Gael García, a su profe guapo de la prepa, a su ex que nunca superó. Se le erizó la piel, sentía el palpitar de su corazón y la sangre caliente fluyendo por todo su cuerpo. Por un momento se olvidó de sus hijos y las criptos, y se perdió en esa sensación.

Después de aproximadamente diez minutos, sudada y con la entrepierna mojada, volvió en sí, a lo que su amiga le dijo:

—¿Mejor?

—Mejor —respondió ella.

—No manches, mana, deberías cobrar.


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Vanessa Aguilar
(Torreón, Coahuila. 1998) Financiera y todóloga, me gustan los libros, el gym, los viajes, los números, la fotografía, el arte, la cocina y poco a poco voy cumpliendo mis sueños guajiros. Viva el punk.

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