"LAS OGRAS DE OLLAS GRANDES", de F.L. Ruiz.
Viven cada una en su cueva, llenas de plantas que curan y cacharros que algún día podrían necesitarse; viven una al lado de la otra, todas haciendo lo mismo, haciendo la misma rutina. Pueden no verse en días o pueden verse a diario, mientras barren la banqueta.
Tienen una alarma en su interior que les avisa cuando otra ogra necesita de su tribu.
... Y así, sin invitación, solo llegan a la madriguera de la ogra herida. ¡Enormes como montañas! Con espaldas y brazos anchos de cargar la vida en ellos. Y con sus ollas en las que han cocinado con ellas por tanto tiempo, que se vuelven sus caparazones a cuestas como conchas de caracol.
Su lenguaje muchas veces es monosílabo; muchas otras no mas de tres palabras: le falta sal, ponle mas agua, nos falta leña.
Arman su colmena en cualquier rincón donde se puedan encender sus fuegos para hacer su magia, y así, trabajan juntas; como una enorme colonia de hormigas donde no hay reina y donde cada una sabe lo que se debe hacer, sin chocar la una con la otra. No hay palabras de amor o de consuelo, porque no son necesarias; el amor está en sí, en esa empatía callada y servil. Y en esa presencia que te dice que no estas sola; que tienes una familia de ogras de espalda dispuesta a arroparte en cada ocasión que te haga falta.
F.L. Ruiz (Morelia, 1978). Arquitecta de profesión; lectora, chef y glotona de corazón. Escribir nace de la necesidad de honrar a las de antes, a las formadoras, esas que nadie ve, pero que ahí están.
Son lo máximo las mujeres que escriben.
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