"Teresita", de Ale Calixto

Teresita corre desesperada hacía el autobús que está a punto de partir. Antes de hacerlo, voltea y ve a lo lejos a su tía Olga parada en la calle donde se habían citado. Observa cómo ella se mueve de un lado a otro, buscándola desesperadamente y sube a prisa al camión para no ser descubierta. Camina temerosa hasta la última fila del asiento, deja caer su cuerpo al mismo tiempo que cierra los ojos sin soltar la bolsa de estraza donde lleva lo que minutos antes había comprado; la estruja contra su pecho agitado mientras repite de forma incesante “¡Estoy a tiempo, estoy a tiempo!”.

Sumergida en ese soliloquio, por la mente de Teresita desfilan los recuerdos acontecidos unos meses atrás. Suspira con la frente sudorosa sin soltar la bolsa de estraza.

***

Don Gabino, el padre de Teresita, llegó como de costumbre a las 7:00 pm. Doña Paz sirve el vaso de mezcal que no podía faltar en la mesa, mientras que Teresita prepara el platillo favorito de su padre: arroz y mole. Eso era todos los días, nada podía faltar si no quería provocar la ira de Don Gabino.

Una tarde, tocaron suavemente la puerta. Teresita de inmediato abre. No pudo ocultar la sorpresa al ver a su hermano Alfonso, quien años atrás se fuera al “gabacho” harto de la vida de campo y de la pobreza. Sorprendida, lo abraza percatándose que no iba solo. A su lado estaban una delgada mujer y cuatro niños pequeños formados en escalerita. Alfonso en un tímido balbuceo, le dice que son su esposa e hijos.

Los sobrinos enseguida se prendieron de Teresita llamándola “Tía”, quien no pudo evitar sentirse conmovida al ver el mal estado de los pequeños, con los zapatos rotos y la ropa sucia. Sin dudarlo, los invita a pasar a la humilde casa y llama entusiasmada a su madre para darle la buena noticia. Doña Paz casi desmaya cuando ve al primogénito en tan deplorables condiciones, de inmediato, ordena a Teresita preparar suficiente comida para los recién llegados y limpiar el antiguo cuarto que Alfonso ocupaba. Sin chistar a pesar del cansancio por las labores del día, se apresura a acatar las órdenes de doña Paz, estaba segura que la presencia de Alfonso alegraría a don Gabino y eso era lo único que importaba.

Teresita sirve a los recién llegados la comida que había preparado. Apenas dura unos segundos en los platos al ser devorados ansiosamente. Después de la comilona, los pequeños sonríen, la tierna escena hace que el cansancio desaparezca del cuerpo de Teresita. Una vez saciada el hambre, doña Paz escucha las desgracias de Alfonso mientras que Teresita recoge el desorden sin que la cuñada moviera un ápice con la intención de ayudarla. A las 7:00 p.m., como era costumbre, don Gabino llega ante el nerviosismo de todos. Alfonso se apresura parándose de frente, con semblante de derrota y lloriqueando le pide perdón. Eso bastó para desbaratar el gesto rudo de don Gabino, sin embargo, el recuerdo de su abandono atizó el coraje. Estaba a punto de gritarle cuando “casualmente” aparecieron los nietecitos gritándole “abuelito, abuelito”. El patriarca conmovido abraza a los pequeños. Todo estaba dicho, la familia había sido aceptada.

A partir de ese día, las labores de la casa se duplicaron para Teresita: el cuidado de los sobrinos, preparar la comida, encargarse de que la ropa de todos estuviera limpia ya que la cuñada estaba enferma del corazón y debía guardar reposo. Don Gabino y Alfonso iban diario al campo. Ahora la mesa tenía que tener dos vasos de mezcal. El único respiro de Teresita era ir los domingos a dar clases de catecismo y surtir la despensa en la ciudad más cercana. El tiempo paso rápidamente golpeando severamente a Teresita. Un día se detuvo frente al espejo, observó con tristeza su cabello encanecido. Por vez primera, sintió algo en el pecho que no supo explicar ni darle nombre al verse sin pareja, sin familia propia. Pensó que si no había tenido novio era por no ser bonita. Al buscar el rosario para ir al catecismo, los patriarcas llegaron riendo estruendosamente. Teresita iba a salir del cuarto, pero se detuvo cuando escuchó su nombre en labios de don Gabino quien socarronamente le decía a Alfonso: “Mire, mijo, le voy a confesar algo, su hermana sí tuvo pretendientes, pero a todos los corrí. A mí nadie me iba a quitar a la hija”. Teresita estremeció ante aquella confesión, pero recordó las clases de catecismo, tomó el rosario y salió despacio para no ser descubierta. Al llegar a la iglesia, se arrodilló ante la imagen divina con un sentimiento de odio hacia su padre, pero en seguida le pidió a Dios perdón por ser una mala hija. 

Repentinamente, una mano se posó en el hombro de Teresita quien al voltear sobresaltada descubre el rostro de la tía Olga, hermana de su madre, la oveja negra, la que se escapara del pueblo con el novio, la puta. La tía Olga era quien le daba consuelo cuando don Gabino le daba tremendas golpizas. Ambas se abrazaron, Teresita rompió en llanto y después hablaron de sus vidas al paso de los años. La tía Olga le contó que una antigua amiga del pueblo le escribió para decirle la triste condición de sirvienta de su amada sobrina. Con voz firme, le pide que se vaya con ella a la ciudad para rehacer su vida. Teresita responde de inmediato un “¡Sí, tía, sí!”. Emocionada, se pusieron de acuerdo. El plan era ir al día siguiente al pueblo próximo donde solía comprar despensa, ahí se encontrarían a las 5.30 p.m. Teresita solo llevaría lo puesto para no levantar sospechas.

Se despiden emocionadas, con la emoción a flor de piel. Al llegar a casa, Teresita hace lo de costumbre y al caer la noche, miles de ideas cruzan por su mente sin poder dormir. Al día siguiente, se levanta a la hora acostumbrada y toma el dinero para ir de compras. Se despide de doña Paz quien le recuerda que debía estar antes de las siete con el mezcal listo para su padre y hermano. Teresita asiente con la cabeza.

Faltaban 10 minutos para la hora del encuentro con la Tía Olga cuando Teresita llegó al centro del pueblo. Nerviosa, comenzó a caminar de un lado a otro. De pronto, “algo” inexplicable comenzó a oprimir su pecho faltándole el aire, sudándole las manos hasta temblar sin explicación alguna. La angustia comenzó a devorarla y la tía Olga no se veía por ninguna parte. “Algo” le dice que vaya a la tienda donde solía comprar la despensa. Entra desesperada al local, al salir, tiene los ojos desorbitados con una bolsa de estraza apretando contra su pecho. Voltea al lugar de la cita y reconoce a lo lejos la figura de la tía Olga. Antes de que ésta la viera, echa a correr a la base de autobuses.

***

El chófer enciende el motor, el escandaloso ruido interrumpe los recuerdos de Teresita. Con la respiración agitada, abre la bolsa para corroborar que las botellas de mezcal estén intactas. El camión arranca, Teresita voltea hacia la ventana, ve a la tía Olga quien, a su vez, alcanza a apenas a verla. El camión la rebasa y la tía corre tras él gritándole desesperada “Teresita, ¡regresa! ¡No te vayas!”. Teresita permanece inmóvil mientras el camión se aleja dejando atrás a la tía Olga que no deja de gritar hasta que la distancia y el humo del camión, ahogan la voz de la Tía Olga.

Teresita, con la vista pérdida, inclina su cuerpo hasta recargar su cabeza sobre las rodillas sin soltar la bolsa con los mezcales. Así, en esa posición de ovillo, una risa desenfrenada y caótica, escapa de los labios secos de Teresita al tiempo que repite de forma compulsiva: “¡Sí llego…sí llego!” “No soy una mala hija, no soy una mala hija. Papá tendrá a tiempo su mezcal”.


Alejandra Calixto Sánchez 

(Ciudad de México, 1972) Psicóloga Social egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha participado en diversas lecturas poéticas para la Revista Digital “Aleteo poético”, “Mood Magazine”, #cóctelmolotovdepoemasincendiarios, “Posada poética”, “Encuentro poético Internacional”, “Tertulia poética de los inocentes”, “Por nuestro derecho a usar escote”, “Miércoles itinerante de poesía” organizados por Verso Destierro y en el “I Festival Internacional de Poesía Ergo”. Sus poemas han sido publicados en la Revista Literaria Vomito de letras, “Poemas del alma”, Circulo Literario de Mujeres, Revista Cultural Mood Magazine, Verso Destierro, Revista “Anestesia” y “Emergencia poética”. Es autora de la novela “En la piel del desamor” (2018) publicada por el sello de “Universo de Letras”. De enero 2018 a la fecha, es Locutora y Titular del Programa de Radio “Café con Letras”, el cual se transmite en las plataformas digitales spotify, spreaker, iheart para la Radio Digital de @orbe-promo.


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