"Atrapadas", de Thais de Coral López Velasco.

Esa noche nos reunimos en casa de tío José para la cena de Navidad. Repartíamos el ponche cuando sonó el timbre; Felipa fue quien abrió; vi cómo ahogó un grito y se paralizó. Me acerqué a la puerta, entonces lo vi y entendí el miedo de mi prima; aquel sujeto tenía una expresión perturbadora, o más bien eran las peculiaridades de su rostro, dientes afilados y con encías negras, sin cejas ni pestañas y con unos parpados tan hinchados que parecían babosas gordas, además tenía una mirada lasciva y tan penetrante que me sentí desnuda ante él.

—Señorita, ¿está bien? Pareciera que vio un fantasma —le dijo a Felipa con una sonrisa burlona.

Me di cuenta de que lo peor no eran sus ojos, sino su voz chillona e irritante. Tuve ganas de cerrarle la puerta en la cara, pero tío José lo invitó a pasar, y cómo no, si traía dos tequilas Dobel Diamante. Cerré la puerta y miré a Felipa. En efecto, parecía que había visto un fantasma; estaba pálida, respirando agitada, sudando como si hubiera corrido un maratón. Pobre Felipa, creo que eso es lo que quería en ese momento: correr, correr y salvarse. La tomé del brazo y la ayudé a sentarse; le pregunté si estaba bien, no respondió. Por un momento se quedó viendo a la nada, murmurando. Le dije que intentara calmarse, que yo le traería un vaso con agua. Tía Francisca nos llamó a la mesa para cenar. Felipa, fuera de trance pero aún angustiada, tomó mi mano y con una sonrisa fingida me dijo:

—No te preocupes, Fátima, ya estoy mejor, vamos a la mesa.

Él ya estaba ahí, siendo el alma de la fiesta. Tenía embelesados a todos con sus historias y chistes malos. Yo me senté e intenté disfrutar la comida, tomé un poco de sidra para relajarme, pero no funcionó. Su maldita voz me taladraba los tímpanos. Rogaba porque se callara, pero los demás parecían disfrutar de su presencia y como niños antes de ir a dormir pedían más y más historias. A pesar de la música y las carcajadas de mi familia, era su risa la que se colaba y me retumbaba en los oídos como un molesto e infernal zancudo. Comencé a sentir un fuerte mareo, quería vomitar, los tímpanos me dolían, sentía que sangraban y que estaban a punto de reventar. Desesperada tomé un cuchillo, me subí a la mesa, me arrastré hasta él y lo apuñalé mientras le gritaba que se callara. Cuando al fin cerró la boca, sentí el alivio en mis oídos, pero el pesar en mis manos cuando vi el cuchillo lleno de sangre. Levanté la cara para ver la expresión de horror que debía tener mi familia, pero…

—Señorita, ¿está bien? Pareciera que vio un fantasma.

Era él, me miraba con su sonrisa burlona. ¿Había sido un déjà vu o una premonición? No, era más bien como un bucle en el tiempo, porque todo se repitió. Tío José lo invitó a pasar, pero esta vez no pude calmar a Felipa, porque tenía que calmarme yo. Cerré los ojos e intente sentarme, comencé a pellizcarme, quería despertar, entonces pude oír lo que murmuraba Felipa: “esto no es real, esto no es real, él no es real”. Tomé la mano de mi prima y le dije que nos fuéramos. Ella me miró y, con un tono entre resignación y desesperación, me dijo:

—Ya lo intenté, Fátima, pero no pude salir. Él nos tiene atrapadas.



Thais de Coral López Velasco.

Thais “Diosa de los Volcanes”, nombre que me otorgó mi papá y significado que él inventó; nací un lunes 26 de octubre de Luna llena, soy descendiente de Zapotecas, de la Sierra Norte y de los Valles Centrales del estado de Oaxaca, aunque no hablo la lengua de los Beni Xidza, a lo largo de mi vida he recogido sus historias; soy lectora de noche, ciclista de día, y escritora en proceso. He participado en diversos talleres de escritura, impartidos por mujeres que admiro mucho por sus proyectos y por los espacios seguros que han creado. En 2022 LA SUNAMITA realizó un concurso de calaveritas literarias, en el cual obtuve el primer lugar por mi calaverita a Rosario Castellanos. Algunos de mis textos se han publicado en las redes sociales de SONAMBULA.


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