“El hombre iracundo y sus pedazos”, de Laura Moreno
Sucede siempre que en las discusiones nunca puedo expresar o decir lo que en realidad siento. Hasta que después, mucho después que revivo el momento, es cuando llegan las frases o las palabras que debía decir. En verdad, es frustrante.
Así me pasó con el tipo que me rebasó semáforos atrás. ¡Cómo quisiera que mis pensamientos fueran puñales para clavarlos en su horrible rostro! ¡Estúpido! Como si él manejara tan bien.
De repente se me viene a la mente algo que aprendí. ¿Y si fuera cierto lo que me dijeron en el taller de brujería al que asistí?
Si tan solo con la intención bastara…
Veo por el retrovisor, se acerca de nuevo. Me concentro en la imagen, en lo que quiero que pase. Recuerdo que en la guantera traigo un popurrí de pétalos de rosas. Lo saco y lo aplasto con mis manos hasta desbaratarlo lo más que se pueda, quedan virutas rosas y rojas.
Vuelvo a mirar por el retrovisor, se acerca más. Freno para provocarlo. Sonrío, se que me ha visto.
Lo provoco una vez más reduciendo la velocidad. Freno y me pega.
Sujeto firmemente el polvo con mi puño cerrado, salgo del auto y lo veo con el rostro enrojecido, iracundo. Está dispuesto a pelear, a insultar porque para él soy poca cosa, una “vieja”, las viejas no saben manejar, lo escucho vociferar peladeces, pero me concentro en lo que quiero; recuerdo: “la intensión es lo que cuenta”.
Llego hasta la ventanilla y sin decir nada, sin esperar su reacción abro el puño y soplo el polvo en su rostro.
Veo la sorpresa en su rostro, no lo esperaba.
Me doy la vuelta y me voy. Enciendo el auto, ignoro a las personas que miran, chismosos que nunca faltan. El semáforo da el siga, avanzo.
Mientas cruzamos la avenida llego a la otra esquina, miro por el retrovisor que viene tras de mí. Justo mientras pasa por la calle, un autobús lo embiste de costado golpeándolo y destrozando su auto.
Sigo avanzando, sonrío mientras el retrovisor me regala las imágenes del hombre iracundo hecho pedazos.
Comentarios
Publicar un comentario